Shaila y yo nos conocimos cuando ella tenía poco más de un año, en una gala solidaria que yo iba a fotografiar en el Auditorio Municipal. Desde entonces forma parte de lo que conocemos como la familia extensa. Esa que creamos con los amigos que se cruzan en nuestro camino y se quedan para siempre. Con ella he aprendido a empatizar con una realidad que conocía sólo de refilón, me he involucrado en proyectos que me hacen sentir plenamente satisfecha y he descubierto un modo de ver la vida que otros quieren plantear desde la exclusión pero que yo no entiendo más que desde el punto de vista de la identidad diferencial y única de todas las personas.
Si en aquel momento me hubiesen dicho cuánto llegaría a querer a esta pequeña y a los suyos probablemente me habría mostrado incrédula
Pero la vida es como es, y este año en que mi preciosa Shaila celebra su Primera Comunión, yo me siento honrada una vez más de que su familia me deje formar parte de su vida, de su cotidianeidad, de sus momentos importantes.
Porque lo que sale del corazón, es siempre lo único cuyo valor no disminuirá jamás.