Desde siempre las fotos en blanco y negro han ocupado un espacio fundamental dentro del campo de la fotografía.
Salvo en sectores como la moda, en los que el uso del color es imprescindible, la fotografía monocroma, o virada a tintas de una tonalidad concreta, suele ser una opción generalizada y atemporal que todos hemos aceptado más de una vez. Obliga a mirar más allá del impacto visual inicial y aporta el punto de nostalgia y seriedad que se requiere en algunos momentos.
Pero también resulta válida cuando lo que queremos es mostrar emociones, que resulten cercanas y reconocibles, más allá de la evidencia que aporta el policromatismo actual.
No se hacen retratos en blanco y negro, o se captan escenas concretas en blanco y negro sólo en eventos........
También podemos captar detalles magníficos en la naturaleza, o escenas aparentemente impensables desde este punto de vista, que tienen igualmente toda la fuerza necesaria, y absoluta vigencia.